sábado, 2 de julio de 2011

Exhibicionismo

Exhibicionismo
Hace años asistí a un taller de formación en atención y prevención del abuso sexual dictado en Venezuela por dos expertas inglesas. En uno de los ejercicios que llevamos a cabo nos entregaron un papel con una definición amplia de abuso sexual que incluía modalidades sin contacto físico, entre ellas el exhibicionismo. Las facilitadoras sugirieron leerlo individualmente y tomarnos 10 minutos para reflexionar si alguna de nosotras (éramos solo mujeres) había tenido alguna experiencia ese tipo. Luego nos pidieron que nos pusiéramos de pie las que habíamos respondido afirmativamente. Mientras me paraba y lidiaba con la molestia que me generaba semejante solicitud, me di cuenta que absolutamente todas las participantes, además de las dos facilitadoras, nos habíamos puesto de pie. Todavía me asombro cuando recuerdo ese momento.
En la plenaria cada una de nosotras fue contando: “…Contrataron un albañil en mi casa que se dejaba la bragueta abierta y nos usaba interiores, cuando yo estaba cerca se agachaba para empapar la brocha y se le veía el pene, yo me ponía muy nerviosa y me daba mucho asco, pero no me atreví a contárselo a mis padres, es una locura pero yo me sentía culpable y sucia aunque él era un viejo y yo una niñita de 5 años. ¡Qué horror!”; “…Era un sábado en la tarde y mi vecinita y yo estábamos jugando ludo en el porche. Entonces un hombre se paró frente a la reja de la entrada e la casa (vivíamos en una calle ciega) y se recostó mirando para la calle. Al poco rato nos dimos cuenta de que el tipo hacia unos movimientos raros cerca de sus genitales. Mi amiga me preguntó con voz bajita y con una risita nerviosa si yo estaba viendo lo que él estaba haciendo. Entonces me atreví a fijar la vista y me di cuenta de que el hombre se estaba masturbando. Sentí terror, y corrí hasta mi cuarto, y atrás me la amiguita. Nos quedamos un rato en el cuarto entre risas nerviosas y paralizadas. Finalmente me atreví a buscar a mamá y contarle. En la casa se formó un alboroto y salieron a buscar al hombre, que por supuesto que ya se había ido. Esa noche mi mamá me dio una pastilla para dormir”; “…Al empezar bachillerato se decidió que yo me podía ir y venir sola del liceo en autobús. Yo estaba feliz pues tenía 13 años y me sentía grande e independiente. La felicidad se acabó el día que un desgraciado se sentó en el puesto de al lado y se sacó el pipí. Cuando lo vi empecé a gritar histérica, el autobús estaba casi vacío, pero el chofer se paró en seco y a golpes botó al hombre de autobús. Llegué a mi casa temblando. No me volví a ir sola al liceo hasta tercer año…”
Lo evidenciado en esos testimonios, sigue ocurriendo hoy. Cientos de niñas y niños son victimas de esta forma de abuso sexual tan naturalizada en esta cultura machista, que asume en forma equivocada que sin no hay contacto físico no hay trauma en las niñas y niños agredidos sexualmente. ¡Falso!

No hay comentarios:

Publicar un comentario