viernes, 2 de septiembre de 2011

Hablar de sexualidad

Poder reconocer oportunamente cuándo hay abuso sexual, cuáles son las modalidades en las que puede ocurrir, y su posible impacto en la vida de las víctimas y su entorno familiar, es una necesidad urgente para padres, madres, maestras, profesores, profesionales de la salud, integrantes del sistema de justicia y de la sociedad en general. De eso no tenemos la menor duda.
Sin embargo, es necesario enfatizar que la capacidad de reconocer los hechos de abuso sexual debe estar integrada a una visión desproblematizada de la sexualidad. Si concebimos la sexualidad como un aspecto degradado de la vida humana, asociado al miedo, la culpa y la vergüenza, tendremos serias dificultades para abordar de manera efectiva la problemática del abuso sexual. En este sentido la psicóloga Catrín Ramírez señala: Algo hay que tener muy claro… Hablar de abuso sexual implica reconocer que sólo el adulto que lo comete es responsable. Precisiones como ésta y algunas otras relativas a las implicaciones del abuso sexual son sumamente importantes porque permiten detectar otras situaciones en las que el contacto con el niño o niña, no necesariamente implicanabuso sexual: el contacto físico –por ejemplo– entre padres y madres con sus hijos e hijas en el contexto del juego o de las cotidianas expresiones de afecto; o en circunstancias más específicas como el contacto físico que se da al momento de asear o vestir al niño; o la opción válida de que una familia decida bañarse en conjunto, mientras no se convirtiera en una práctica rígida e impositiva para sus miembros. Todas estas son situaciones que no deben juzgarse o penalizarse a priori desde la interpretación generalizada de posible abuso sexual. Tampoco deben prejuzgarse los juegos sexuales tan frecuentes entre niños y niñas de edades similares. Estos juegos también constituyen espacios de intercambio que habría que valorar en su justa dimensión (Manual de Atención del Abuso Sexual Infantil, publicado por Avesa).
Mantener el tema de la sexualidad entre secretos y cuchicheos, y perpetuar el tabú y el miedo, sólo favorece a los agresores e impide que nuestros niños se acerquen a contarnos cuando se han sentido agredidos sexualmente, sobre todo en las modalidades de abuso sexual sin contacto físico.
En mayoría de nuestros artículos hemos abordado los aspectos positivos de la sexualidad –que son muchos– y también hemos insistido en la necesidad de que padres y madres hablen con hijos e hijas sobre sexualidad desde una perspectiva que parta de la información veraz y que la integre el amor y la ética. La buena comunicación entre padres e hijos en torno al tema de la sexualidad puede también ser una herramienta de protección del abuso sexual y sus secuelas.